Nadan dos chicos

Jamie O’Neill


Que nunca te fallen el bolsillo ni la polla.

Que su mano se estire siempre en señal de amistad y nunca su cuello.

No hay nada como un  cara a cara para saber lo que vale un hombre.

Si uno lleva consigo su tiempo, bueno o malo, entonces el carácter viene determinado por el viento preponderante.

Los hay que pueden eliminar gases hacia atrás con tanto arte como si cantaran.

Quien ha nacido para ser ahorcado nunca se ahogará.

Nunca se les ha visto animar a un caballo hasta que llega a la meta.

Uno no elige a un amigo. Un amigo es algo que viene a ti. Y uno no lo aparta de su lado, no importa lo que digan los demás. Uno sólo está agradecido de haberlo encontrado.

Uno no tiene vocación para que lo asciendan. La vocación es servir.

¿No es una sabia enseñanza la que nos dice que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos?

Parió la montaña y nació una rata.

No se puede dominar a aquel que libremente da lo que otro querría tomar.

… una carrera frenética hasta el agua. Aquel instante antes de saltar en el que no creía que pudiera atreverse. El agua subiéndole por la nariz, una sensación cercana a la náusea, y el oleaje rodeándolo por completo, hasta que se elevaba con sus burbujas a la superficie. Los horizontes que se movían locos, las rocas que se tambaleaban. Aquel marmóreo entumecimiento de bajo y el modo en que su cosa flotaba libre, casi libre en el agua. Nadar desnudo era algo especial. Como quería la naturaleza.

Uno nunca está solo con el fantasma de un amigo.

La virtud cardinal de la amistad debe ser el desinterés.

Sus penetrantes ojos pillaron el apremio del hombre, que lo único desagradable que revelaba era un deseo de trabar conversación. ¡Por Dios, si es maricón! Solamente eso. El maldito es uno de nosotros.

Cambian de cielo, no de ánimo, los que se topan con el mar.

Qué delicioso era gastar dinero. Había una emoción en asegurar el bienestar de otro que era cercana a, si es que no lo era en realidad, algo sexual. Una emoción que casi casi, si no del todo, bastaba.

Los mejores entre los pobres no son nunca agradecidos. Son desagradecidos, contestatarios desobedientes y rebeldes. Tienen toda la razón para serlo. Oscar Wilde.

¿Somos colegas o qué?

Sólo con orgullo puede prosperar un hombre. Con orgullo, lo demás vendrá dado.

Lo que uno ha hecho en la estancia secreta un día tendrá que llorarlo en público. Oscar Wilde.

La marca de un caballero no es que se levanten sombreros ante él, sino que él levante el sombrero ante otros.

Siempre quería hacer algún bien, pero siempre me equivocaba, ¿verdad?

Y si es amor, es una fuerza curiosamente ineficiente, un impulso y un alto, los dos a un tiempo. Quiero, pero nada que pueda proponer satisfaría ese querer. No sé decir qué es lo que quiero, no gran cosa, ni siquiera follarlo especialmente, en cualquier caso. Sencillamente quiero. De todo corazón, muy apresurada, desconsoladamente quiero.

Dios, que sea verdad que hacen de uno un hombre en el ejercito.

Qué diferente era todo habiendo una cama en la habitación.

Tal vez nos atrae lo que nos da miedo.

Se sintió muy viejo. Estaba triste, tristísimo. Triste, y al mismo tiempo engañado. Tenía la sensación de que le habían quitado su juventud. Que el tipo aquel le estaba arrebatando los tiempos felices del pasado.

Aquel último curso en el colegio, si me hubiera suicidado, qué esplendor, hubiera sido mi apoteosis.

Ningún hombre es una isla, pero él creía que dos bien podían serlo.