Que nunca te fallen el bolsillo ni la polla.
Que su mano se estire siempre en señal de amistad
y nunca su cuello.
No hay nada como un cara a cara para saber lo que vale un hombre.
Si uno lleva consigo su tiempo, bueno o malo,
entonces el carácter viene determinado por el viento preponderante.
Los hay que pueden eliminar gases hacia atrás con
tanto arte como si cantaran.
Quien ha nacido para ser ahorcado nunca se
ahogará.
Nunca se les ha visto animar a un caballo hasta
que llega a la meta.
Uno no elige a un amigo. Un amigo es algo que
viene a ti. Y uno no lo aparta de su lado, no importa lo que digan los demás.
Uno sólo está agradecido de haberlo encontrado.
Uno no tiene vocación para que lo asciendan. La
vocación es servir.
¿No es una sabia enseñanza la que nos dice que
Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos?
Parió la montaña y nació una rata.
No se puede dominar a aquel que libremente da lo
que otro querría tomar.
… una carrera frenética hasta el agua. Aquel
instante antes de saltar en el que no creía que pudiera atreverse. El agua
subiéndole por la nariz, una sensación cercana a la náusea, y el oleaje
rodeándolo por completo, hasta que se elevaba con sus burbujas a la superficie.
Los horizontes que se movían locos, las rocas que se tambaleaban. Aquel
marmóreo entumecimiento de bajo y el modo en que su cosa flotaba libre, casi
libre en el agua. Nadar desnudo era algo especial. Como quería la naturaleza.
Uno nunca está solo con el fantasma de un amigo.
La virtud cardinal de la amistad debe ser el
desinterés.
Sus penetrantes ojos pillaron el apremio del
hombre, que lo único desagradable que revelaba era un deseo de trabar
conversación. ¡Por Dios, si es maricón! Solamente eso. El maldito es uno de
nosotros.
Cambian de cielo, no de ánimo, los que se topan
con el mar.
Qué delicioso era gastar dinero. Había una emoción
en asegurar el bienestar de otro que era cercana a, si es que no lo era en
realidad, algo sexual. Una emoción que casi casi, si no del todo, bastaba.
Los mejores entre los pobres no son nunca
agradecidos. Son desagradecidos, contestatarios desobedientes y rebeldes.
Tienen toda la razón para serlo. Oscar Wilde.
¿Somos colegas o qué?
Sólo con orgullo puede prosperar un hombre. Con
orgullo, lo demás vendrá dado.
Lo que uno ha hecho en la estancia secreta un día
tendrá que llorarlo en público. Oscar Wilde.
La marca de un caballero no es que se levanten sombreros ante
él, sino que él levante el sombrero ante otros.
Siempre quería hacer algún bien, pero siempre me
equivocaba, ¿verdad?
Y si es amor, es una fuerza curiosamente
ineficiente, un impulso y un alto, los dos a un tiempo. Quiero, pero nada que
pueda proponer satisfaría ese querer. No sé decir qué es lo que quiero, no gran
cosa, ni siquiera follarlo especialmente, en cualquier caso. Sencillamente
quiero. De todo corazón, muy apresurada, desconsoladamente quiero.
Dios, que sea verdad que hacen de uno un hombre en
el ejercito.
Qué diferente era todo habiendo una cama en la
habitación.
Tal vez nos atrae lo que nos da miedo.
Se sintió muy viejo. Estaba triste, tristísimo.
Triste, y al mismo tiempo engañado. Tenía la sensación de que le habían quitado
su juventud. Que el tipo aquel le estaba arrebatando los tiempos felices del
pasado.
Aquel último curso en el colegio, si me hubiera
suicidado, qué esplendor, hubiera sido mi apoteosis.
Ningún hombre es una isla, pero él creía que dos
bien podían serlo.