Los gozos y las sombras

Gonzalo Torrente Ballester


El señor llega



Lo que parece una decisión, no lo es. O lo es negativamente. O lo es sin elección. Pienso que se elige cuando varias cosas atraen en mayor o menor medida, y se toma una de ellas, renunciando a las demás.

Y pienso si habrá dentro de mí muchas cosas come ésa, enterradas y puras. Pienso también si volverán a salir y que haré con ellas. Lo correcto hubiera sido que hubiesen madurado conmigo, y tuviesen mi edad y mi color, pero los años no las han cambiado. Están aquí, intactas y me dan algún miedo.

Peleaban entre sí, peleaban con…, pelearían con la luna si les llevase la contraria.

Y tú eres la única persona que me interesa en el mundo.

Aunque el pasado sea doloroso, aunque hayamos de avergonzarnos de él, nos pertenece tanto como le pertenecemos y tenemos derecho a conocerlo.

Hay cierta clase de hombres que va a donde quiere; y otros van a donde los llevan las circunstancias.

Si yo hubiese analizado mis relaciones con ella y la realidad de mis sentimientos, habría sido feliz a su lado.

Lo único que me queda de estos años pasados es la manía de analizarlo todo.

Tengo algunas ambiciones; lo que me falta es pasión para realizarlas.

¡Si supieras qué pocas cosas me importan, y de ellas, qué pocas lograré!

Mi mujer no tiene tetas. ¿Ha visto usted ese armatoste que se gasta?

El liberalismo nos hizo maricones a todos.

Amar es ya un juicio.

Un hombre de verdad se guarda el orgullo.

Si una nace desvergonzada, o se hace sin quererlo, ya no hay quien lo arregle.

Soy de una torpeza incalculable.

Uno tiene derecho al secreto de sus pecados.

 No tengo miedo ni a la enfermedad ni a la muerte. Cuando llegue, llegará, y a morirse.

Para que una mujer guste tiene que haber un mínimo de carne; el gusto entra por los ojos, pero también por los dedos.


Donde da la vuelta el aire



La misericordia es debilidad.

Nunca he pretendido que me tengas por superior, a condición  de que no me tengas por inferior.

Pudo la pena más que mi honor mancillado. Además, lloré.

Es lo natural. Usted, en el fondo, quiere a su esposa. No ha dejado de quererla.

Un hombre vale en relación directa del número de mujeres con las que se ha acostado, y deja de valer en razón directa de los cuernos que le han puesto.

Si se cree en Dios, ya no hay razones para dudar de nada.

No hay nada más aniquilador que un drama excesivamente duradero.

Estoy acostumbrado a escuchar. No hay otra manera de saber la verdad, porque la gente no la dice nunca.

A las mujeres no hay dios que las entienda. Por eso busqué una loca.
Se debe ser muy desgraciado cuando no se tiene fe en nada.

Yo también he sufrido, y entonces me hubiera gustado tener a mano alguien a quien hablar. Es malo tragárselo todo. Es como una comida fuerte. Hace daño.

Lo que cuenta no son los actos, sino los motivos; no las palabras, sino los sentimientos.

Necesitaba convencerse de que no había actuado con altanería, necesitaba absolverse, perdonarse. Sólo así podría recobrar la seguridad interior, tan difícilmente alcanzada.

Hablaba, sí, con las palabras que él había usado durante años enteros de predicación; era como si sus propias palabras rebotasen y le fuesen devueltas.

A veces crees ver una salida, y corres como una loca, para darte, al final, de narices contra el muro. No hay tal salida. No hay mas que aguantar y salir adelante, aunque sea volviendo atrás. Y todo porque nadie puede arreglársela solo.

Pero hay muchas maneras de sentir el abandono… y el desprecio. Basta un minuto; a veces, basta una mirada para lastimar un corazón.

¿Es posible que haya alguna vez querido esto? Lo había querido, lo había acariciado, hubiera hecho cualquier cosa por realizarlo, y ahora le avergonzaba. ¡He cambiado mucho, no sé por qué.

El soberbio carece de conciencia de culpa, porque suele tener razón y no reconoce que haya algo más alto que su razón.

Hay que verse las caras, y el teléfono no sirve para eso.

Podría concluir que en el fondo de mi alma existe un elemento homosexual enmascarado

… el hallarse en la vida sin saber para qué y sin ganas de inventarse el para qué. Su mismo caso.

No hay como morirse a tiempo.

Pensó que si alguien le había ayudado tenía que sentirse agradecida y decírselo. Murmuró: gracias.

A los hombres conviene de vez en cuando dejarlos sueltos.

A secreto agravio, secreta venganza.

Equivocarse dos es un infierno.

No me dejo llevar por la vida, sino que ni vida la llevo yo.

Es horrible eso de tener siempre el juez delante.

Encontrar,  al cabo de los años, una obra incompleta es como tropezarse con una persona a la que no se ve hace tiempo. Siempre da sorpresas.

A las mujeres no hay quien las entienda. Lo pasábamos tan bien, y de pronto, una mañana, cuando me desperté, no estaba. La esperé todo el día y toda la noche y no volvió.

El cumplido es, ante todo, respeto a uno mismo. Y la falta de cumplido, desprecio a los demás.

Yo no te quiero para ser feliz contigo. Nadie es feliz, y nosotros no lo seremos nunca, ni juntos ni separados. No se trata de eso… Ya que hay que sufrir, mejor es sufrir con alguien y consolarse en compañía. Tampoco se puede ser bueno a solas.

Hay mujeres cuyo amor hace libre.

Quizá yo entonces necesitase, sin saberlo, que alguien me quisiera.

A las mujeres no les gusta esperar, aunque a veces den plantones.

¡Y que una se esfuerce en ser decente para gustar a un hombre y que el hombre resulte imbécil!

Los recuerdos olvidados hacen daño.

Bien pensé que al marcharse me quedaría tranquilo. Pues no… En cuanto estoy solo, empiezo a recordarla… Cuando éramos novios, cuando nos casamos. ¡Qué imbécil es uno! En mi caso, ¡que imbéciles los dos! Lo teníamos todo para ser felices, y lo echamos a perder. Bueno. Todo, no. Mi mujer nunca tuvo tetas. Pero ¿es tan importante eso para destrozar un matrimonio? ¿No fui yo el primer imbécil? Porque echar a perder un matrimonio porque ella no tenga tetas…

Un hombre que no es tonto alguna vez, no parece humano.


La Pascua triste