El libro de los veranos

Emylia Hall




Hay una cierta poesía triste en lo que no se sospecha.

Para cada una de las catástrofes que nos suceden, hubo un tiempo anterior en el que éramos totalmente ajenos a ella. ¡Que poco felices sabíamos lo felices que éramos entonces!

Sólo con que pudiéramos aprender a festejar los días normales… Esos son los días que hay que valorar, en los que hay que detenerse y dar gracias.

¿Acaso olvidar no te permite alejarte de una persona de una vez por todas?

Hay tanto en lo que fijarse cuando miras a una persona.

Debemos aprender a quedarnos siempre con lo bueno de un lugar.

Tenemos que asumir ciertas cosas. Si no fuera así pondríamos en duda todo y todo el tiempo, y nadie puede vivir de esa forma.

Echando la vista atrás, pienso en el momento en el que podríamos haber hablado de verdad. Pero en vez de que hubiera más confianza entre nosotros, los dos nos escondimos tras las pantallas de la rutina.

Las verdades clamorosas eran silenciadas rápidamente en nuestra casa. Estábamos demasiado satisfechos hundiéndonos en los cojines del sofá, pasando el rato entre trivialidades y placeres minúsculos. La seguridad que daba hacer las cosas como se habían hecho siempre.

No me puedo imaginar no estar aquí.

El cambio nos mantiene vivos.

Algunos dicen que los recuerdos preservan la vida después de la muerte. Pero sólo si nos conformamos con disfrutar nuestras memorias desde la distancia, como destellos ocasionales.

Debemos moderarnos en el uso de la memoria, atesorar en ella los pequeños momentos, encontrando consuelo en ellos. Si no todo lo que hace es recordarnos que llegamos demasiado tarde, que lo que se pierde se pierde para siempre.

Cuando me di cuenta de que no era quien pensaba que era, me regalé una lente para mirar el mundo por ella, con un objetivo que podía ajustar. Mantuve mi arrepentimiento escondido, como la ropa interior gastada por el uso.

La muerte puede matar a los que se quedan o ser la mayor fuerza de las que empujan a la vida.

Nunca dejé de amarla. No podía dejarla ir. ¿Nunca dejaré de amarla?

Una vez que el pasado te tiene entre sus garras, tienes que querer pelear para poder liberarte.

La prueba del amor es el amor en sí mismo.

Algunas veces, si no retrocedes, no puedes avanzar.

La vida que se vive con imaginación es la más rica que puedes tener.