El túnel

Ernesto Sábato


     

Uno se cree a veces un superhombre, hasta que advierte que también es mezquino, sucio y pérfido.

La vanidad es el motor del Progreso Humano.

Con los años se llega a saber que la muerte no sólo es soportable sino hasta reconfortante.

La gente hace constantemente preguntas inútiles, preguntas que el análisis más superficial revela innecesarias.

Las situaciones imprevistas y repentinas me hacen perder todo sentido.

Uno puede detestar con mayor razón lo que se conoce a fondo.

Existen en la sociedad estratos horizontales, formados por las personas de gustos semejantes, y en esos estratos los encuentros casuales no son raros, sobre todo cuando la causa de la estratificación es alguna característica de minorías.

¿Cómo demonios hacen algunas personas para detener a otra, entablar conversación y hasta incluso iniciar una aventura?

Es común que en las noches de insomnio sea teóricamente más decidido que durante el día, en los hechos.

Lo corriente es que nadie tenga la obligación de hablar en el interior de un ascensor.

Es increíble hasta que punto la codicia, la envidia, la petulancia, la grosería, la avidez y, en general,  todos los atributos que forman la condición humana pueden verse en una cara, en una manera de caminar, en una mirada.

No se resuelve el problema de un mendigo con un euro o un pedazo de pan: solamente se resuelve el problema psicológico del señor que compra así, por casi nada, su tranquilidad espiritual y su título de generoso.

Vivir consiste en construir futuros recuerdos.

El amor físico trajo nuevas y torturantes dudas, dolorosas escenas de incomprensión.

Bastaba que nos miráramos para saber que estábamos pensando o, mejor dicho, sintiendo lo mismo.

Cuando ella intuía que nos acercábamos al amor físico, trataba de rehuirlo.

Los momentos de ternura se fueron haciendo más raros y cortos, como inestables movimientos del sol en un cielo cada vez más tempestuoso y sombrío.

El suicidio seduce por su facilidad de aniquilación: en un segundo, todo este absurdo universo se derrumba como un gigantesco simulacro.

La vida aparece a la luz de este razonamiento como una larga pesadilla, de la que uno puede librarse con la muerte, que sería así, una especie de despertar.

El hombre tiene tanto apego a lo que existe, que prefiere soportar su imperfección.

Un rey siempre es un rey, aunque vasallos, infieles y pérfidos lo hayan momentáneamente traicionado y enlodado.

No tenemos derecho a pensar en nosotros solos. El mundo es muy complicado.

La felicidad está rodeada de dolor.

¡Que implacable bestia puede haber agazapada en el corazón de la mujer más frágil!