El tango de la Guardia vieja

Arturo Pérez Reverte



Había mucha información útil en los alfileres de corbata, cadenas de reloj, pitilleras y sortijas, en el grosor de las carteras entreabiertas mientras acudían los camareros, en la calidad y corte de una chaqueta, la raya de un pantalón o el brillo de unos zapatos. Incluso en la forma de anudarse la corbata.

Una mujer nunca es sólo una mujer. Es también, y sobre todo, los hombres que tuvo, que tiene y que podría tener. Ninguna se explica sin ellos.

Le asombraría saber cuántas niñas sueñan con vestirse de princesas, y cuántas mujeres adultas desean vestirse de putas.

Hay modos de decir las cosas, de pronunciar ciertas palabras o mirar a los ojos de un hombre como ella hacía en ese momento. Dijera lo que dijese, no sería vulgar ni proponiéndoselo.

Cuando toca, ni aunque te quites, y cuando no te toca, ni aunque te pongas.

Se requiere mucha inteligencia para disfrazar de artificio las propias emociones.

A falta de cultura personal, era diestro en colocar apuntes ajenos para improvisar palabras propias. En elegir los momentos oportunos para situarlos.

Sin derrotas no hay victorias.

El tiempo es más inclemente, en su devastación, con las mujeres que con los hombres.

Incluso al envejecer ciertos animales hermosos pueden hacerlo razonablemente bien.

No es práctico llevar armas. Siempre existe la tentación de usarlas.

Sacar un arma es invitar a otros a que utilicen las suyas.

Una complicidad serena, hecha de silencios, movimientos y actitudes, y también de miradas que no llegaban a afirmarse del todo, o de situaciones sólo en apariencia sencillas.

No es como buena parte de los nacidos aquí, convencidos de que ser argentinos es mérito suyo.

Ninguna mujer, ni siquiera la mía, vale más de un billete de cien pesos o una noche en vela, a menos que uno esté enamorado de ella.

¡Qué injusta es la vida!

Hay lugares a los que no se debe regresar nunca.

Se hizo domador y lo mató un león, alumno suyo.

El remordimiento es poco frecuente en los hombres, si hay dinero o sexo a conseguir, y en las mujeres si hay hombres de por medio…

Las mujeres no sentimos tanta gratitud por las actitudes  y sentimientos caballerosos como los hombres creen. Y a menudo lo demostramos enamorándonos de rufianes o de groseros patanes.

Se ruega orden, cultura y no escupir en el suelo.

Tener dinero simplifica las cosas.

Hay hombres que tienen cosas en la mirada y en la sonrisa. Hombres que llevan una maleta invisible, cargada de cosas densas.

Se aburría. Se pegó un tiro porque se aburría.

¿Sos o te hacés? Puestos a ladrar, era mejor ser perro.

Tenían aspecto de jóvenes camaradas que se entendieran por señas y miradas a espaldas de la gente mayor.

Cada época tiene su momento. Y su gente.

Detesto los finales prolongados. Hacen perder los modales.

Un hombre debe saber cuándo se acerca el momento de dejar el tabaco, el alcohol o la vida.

Ensanchó un poco más la sonrisa, que parecía llevar puesta con la misma desenvoltura que el nudo de la pajarita: visible, simpática y quizás un poco holgada.

No interesa comprar políticos antes de las elecciones, sin saber si llegarán o no al poder. Sale más barato comprarlos cuando ya gobiernan.

¿Para qué organizar una operación, con sus costos y riesgos, si podemos aprovechar otra que ya está en marcha?

Se había borrado de la vista del visitante con dinero todo lo susceptible de perturbar una visión confortable del mundo.

¿Desde cuándo el amor fue obstáculo para traicionar?

En algún momento de su vida toda mujer es víctima temporal de su útero o de su corazón.

En plena y continua guerra las mujeres advertimos que los hombres sois mortales y vais de paso, camino de un frente cualquiera. Y nos sentimos dispuestas a enamorarnos de vosotros un poquito más.

Nunca me gustaron las guerras. Los tipos como yo suelen perderlas.
Los hombres dudan, recuerdan y mueren.

La duda mantiene joven a la gente. La certeza es como un virus maligno. Te contagia de vejez.

Una casa propia siempre es una casa propia…

La elegancia puede adquirirse con dinero, educación, aplicación e inteligencia; pero llevarla con naturalidad plena requiere haber gateado de niño sobre alfombras orientales auténticas. Un par de generaciones, por lo menos. Hay excepciones, naturalmente.

Los azares  y riesgos de ciertos caminos nunca se desvanecen de todo.

El único día realmente fácil en la vida es el que cada noche, al sumirse en un sueño, se logra dejar atrás.

Quién puede decir, mirándose a los ojos en un espejo: no traicionaré nunca o no lo haré jamás.

Que un viejo lobo haya perdido los colmillos y tenga el rabo pelado, no significa que el terreno por el que caza sea menos pródigo en azares.

El mundo se estrechaba demasiado, y las palabras “irse lejos” tenían cada vez menos sentido.

Toda oportunidad tiene su coste. Su ruleta por girar.

Cierta clase de hombres no tiene más alternativa que los caminos sin retorno.

La única tentación seria es la mujer. Todo lo demás es negociable.

Es agradable ser feliz. Y saberlo mientras lo eres.

¡No te haces idea de lo que una mujer es capaz de fingir cuando se juega algo!

Entre italianos: guardie e ladri…

Nunca debe mezclarse el sexo con los negocios, excepto cuando el sexo facilita los negocios.

Debe tranquilizar ser ese tercer hombre indiferente que mira el paisaje. Pretender sincerarse con todos, sin tomar partido y luego dormir a pierna suelta. Solo o acompañado, pero a pierna suelta.

Desolación es otra palabra adecuada. Una especie de lamento húmedo, íntimo, por el recuerdo de cuanto fue y ya no es.

Espero haberlo pagado ya. Si no es así, la factura será demoledora.

Pensar en alejarse de ella le producía un desgarro insoportable.

Volvieron a desnudarse impacientes, acoplándose con ansia renovada, como si se tratara de la primera vez.

Pretender que te mire de nuevo como te miré una vez.

Tenía otras cosas de las que ocuparme. Amar no era la más urgente.

Viví los años del fracaso replegándome despacio, como un ejército derrotado que combate mientras se deshace poco a poco.

No tengo ni tiempo, ni ánimo. Todavía estoy confuso. Hay cosas que no esperaba… Asuntos que no sé cómo manejar.

Un aventurero decía: yo vivo de mi sable y mi caballo.

No sé cuál será el final, pero conozco el principio…

En mi mundo todo resulta maravillosamente simple: soy lo que las propinas que dejo dicen que soy.

Antes el mundo era de los ricos y ahora va a ser de los resentidos… Yo no soy ni una cosa ni otra. Ni siquiera logro el resentimiento aunque me esfuerce. Y te juro que lo hago.

Creo que en el mundo de hoy la única libertad posible es la indiferencia.

Intenta componer una sonrisa estoica, pero sólo alcanza una mueca maltrecha.

Me gusta que ella me mire de ese modo, decide. Me gusta mucho. Sobre todo hoy. Ahora.

Sentía una tristeza intensa, desazonadora: especie de nostalgia anticipada por cuanto iba a añorar más tarde.

Hay un dolor físico y otro soñado que se superponen y mezclan, compitiendo en intensidad sin que sea fácil distinguir entre sensaciones reales e imaginarias.

Un caballero auténtico es aquel a quien, siéndolo, no le importa serlo o no.

Al irme, ingenuamente, acerqué la cara para darle un beso, pero retiró el rostro irritada, con expresión de fastidio… Y más tarde, cuando me crucé con ella, ni se dignó a mirarme.

Se buscan la boca instintiva y dulcemente, casi con fatiga. Un beso melancólico. Tranquilo. Después permanecen inmóviles, sin deshacer el abrazo.