Mil soles espléndidos

Khaled Hosseini





Como la aguja de una brújula apunta siempre al norte, así el dedo acusador de un hombre encuentra siempre a una mujer. Siempre.

El corazón de un hombre es miserable. No es como el vientre de una madre. No sangra, ni se ensancha para hacerte sitio.

Soy lo único que tienes en el mundo y cuando muera no tendrás nada. ¡No tendrás nada porque no eres nada!

Estaba harta de que distorsionara la verdad de su vida y lo convirtiera en otro de sus motivos de queja contra el mundo.

Las nubes grises tienen ese color porque son tan densas que la parte superior absorbe la luz del sol y proyecta su propia sombra sobre la parte inferior. Lo que se ve es la oscuridad de su vientre.

Cada copo de nieve es el suspiro de una mujer a la que han ofendido en algún lugar del mundo. Todos los suspiros suben al cielo, forman nubes y luego se deshacen en trocitos diminutos que caen silenciosamente sobre las personas.

Vivía con el temor a sus cambiantes estados de ánimo, su temperamento imprevisible, su insistencia en llevar las conversaciones más triviales al terreno de la confrontación.

El tiempo se alargaba y se contraía dependiendo de su ausencia o presencia.

El matrimonio puede esperar; la educación no.

Una sociedad no tiene la menor posibilidad de éxito si sus mujeres no reciben educación.

No debería permitirse a la gente tener más hijos si habían volcado ya todo su amor en los anteriores.

Soplaba un aire de satisfacción en el ambiente, y tenía una percepción fugaz del amor, del cariño que en otro tiempo había unido a sus padres, cuando la sala estaba llena y era ruidosa y alegre.

Sus alumnos lo adoraban. Lo respetaban porque él los respetaba a ellos.

De todas las penalidades que debe arrostrar una persona, la más dura es la espera.

Nadie comía solo, siempre se hacía en familia.

Durante las comidas la conversación siempre era fluida.

Cuando un grupo gobierna a los demás durante tanto tiempo… Hay desprecio, rivalidades. Siempre las ha habido.

¿Qué da la vuelta al mundo, pero siempre se queda en un rincón? Un sello.

Los chicos eran diferentes de las chicas en aquel aspecto, no hacían ostentación de su amistad. No sentían la necesidad de hablar de esas cosas. Los chicos se planteaban la amistad de la misma forma que el sol: daban por sentada su existencia y disfrutaban de su resplandor, pero nunca lo contemplaban directamente.

Lo único que encontraba indefectiblemente ere su ausencia.

Tenía que ocuparse de todas las tareas domésticas. Si no limpiaba, acababa encontrándose ropa, zapatos, bolsas de arroz abiertas, latas de judías y platos sucios por todas partes.

Le sorprendió comprobar lo mucho que había adelgazado, cuando siempre había sido más bien regordeta. Tenía las mejillas hundidas. La blusa le colgaba de los hombros y se le había formado un hueco entre el cuello y la clavícula.

Algunos temas puedo enseñároslos. Otros los aprenderéis de los libros. Pero hay cosas que hay que verlas y sentirlas.

No entendía que, si se mirara a un espejo, no descubriera en su propia imagen la única convicción inquebrantable de la vida de su marido.

¿Cómo iba a soportar una ausencia permanente?

Le dolía que no se hubiera ganado el derecho a actuar como tal. Después de tantos años de mantenerse distante, de encerrarse en sí misma sin preocuparse por dónde iba, a quién veía y qué pensaba, había perdido ese derecho.

Tenía la impresión de no ser mejor que los cacharros de la cocina, objetos que podían dejarse de lado para ser reclamados luego a voluntad, cuando uno tuviera ganas.

Confía tu secreto al viento, pero luego no le reproches que se lo cuente a los árboles.

Imaginaba su propia vida como una cuerda, rota bruscamente, cuyas fibras se separaban y caían, ya inútiles.

Cada vez le resultaría más agotador conjurar, desempolvar, resucitar de nuevo lo que llevaba tanto tiempo muerto. Llegaría un día en que ya no lloraría su pérdida. No lo echaría de menos como entonces, cuando el dolor de su ausencia era su compañero inseparable, como el dolor de un miembro amputado.

Algún detalle trivial despertaría algún recuerdo de aquella tarde. Y entonces lo reviviría todo de golpe. La espontaneidad. Su asombrosa imprudencia. Su torpeza. El dolor, el placer y la tristeza del acto. Y la invadiría por completo, dejándola sin aliento.

Pero luego pasaría. Él momento se iría, dejándola abatida, sin sentir nada más que una vaga inquietud.

Eran incontables las lunas que brillaban sobre sus azoteas o los miles de soles espléndidos que se ocultaban tras sus muros.

Le pareció estar ante una anciana de brazos nervudos, sienes hundidas y ojos cansados con oscuras ojeras, una criatura completamente distinta de la mujer regordeta de cara redonda que exhibía una sonrisa radiante en sus viejas fotos de boda.

Un asno terco necesita un arriero igual de terco.

Si una persona no tiene gran cosa que decir, más vale que no malgaste saliva.

Había aprendido a insensibilizarse cuando la despreciaba, le hacía reproches, la ridiculizaba y la reprendía. Sin embargo, no había conseguido dominar el miedo que le inspiraba.

Los chinos dicen que es mejor quedarse tres días sin comer que pasar un solo día sin té.

Había pasado aquellos años escondida en un recoveco de su propia mente, en un campo seco y estéril, ajeno a deseos y lamentos, a sueños y desilusiones. Allí el futuro carecía de importancia y el pasado sólo contenía una lección: que el amor era un error dañino, y su cómplice, la esperanza, una ilusión traicionera. Siempre que esas dos venenosas flores gemelas empezaban a brotar en la cuarteada tierra de su campo, las arrancaba de raíz antes de que pudiesen crecer.

Sin ellas, la vida que había soportado durante tanto tiempo, de repente le parecía insufrible.

Incluso el hombre al que ha mordido una serpiente puede dormir, pero no el hambriento.

Aunque había disfrutado de algunos momentos hermosos, la vida no se había mostrado amable con ella.

De jóvenes llenaban los espacios con palabras, el torrente de frases atropelladas con que siempre se interrumpían mutuamente, la risa fácil, la avidez por deleitar al otro.

A ojos de los desconocidos deben de parecer una familia normal, libre de secretos, mentiras y pesares.

Ha decidido que no se dejará llevar por el resentimiento. ¿Para qué? ¿De qué sisrve? Se ha resignado a seguir adelante por su propio bien y el de los niños.