Retrato de un hombre inmaduro

Luis Landero



Era como sufrir uno de esos sobresaltos de las duermevelas, cuando por un momento uno no sabe quién es, ni qué edad tiene, ni a qué especie pertenece, ni qué significan el mundo y la existencia.

Uno se convierte por casualidad en protagonista de algo, y los demás, transformados en espectadores, esperan una buena actuación de ti, casi la exigen, y tú por dignidad no puedes defraudarlos ni abandonar la escena sin cumplir el papel que te asignó el destino.

¡Qué de iniquidades hay en el mundo! ¡Cuántos motivos para indignarse y perseverar furiosamente en la virtud!

Quien fuma tiene un vicio, pero quien no fuma no posee por eso una virtud.

La gente sólo repara en lo obvio y en las apariencias, y no advierte los cambios en la hondura del ser.

El asco está siempre cerca del deseo.

En la memoria se mezclan las fechas, las imágenes.

En las jerarquías que rigen en las sabanas africanas, del búfalo abatido primero come el león, luego la hiena, luego el chacal, y detrás va el buitre, el cuervo, la corneja, el grajo…

A veces me pregunto si nos queremos, o mejor dicho, si nos hemos querido alguna vez.

Luego yo me la casco sin prisas  pensando que hago travesuras adolescentes  con ella en el sofá.

Los espacios y las cosas van envejeciendo, quedándose rezagados en el tiempo, cuando ya no esperan a sus moradores y se entregan el desafuero de estar deshabitados.

¿Tú tienes alma de nómada o de sedentario?

Uno de los rasgos dominantes de mi carácter es la indecisión.

Ni siquiera tenía claro si quería ser nómada o sedentario.

Los oradores utilizan algún señuelo con que distraer al auditorio para caerle con más fuerza verbal por el flanco desguarnecido.

Si no consigues ser tú mismo, sé otro cualquiera, qué más da. Ya está bien de ir por la vida haciendo el gilipollas.

La vida, ¿quién la entiende?

Siempre urdiendo proyectos que llegarían como llega la primavera, puntual y de balde.

Vivir crea gusto y sinsabor.

No entiendo ese afán de conocerse a sí mismo y andar hurgando en las entrañas inmundas de la identidad, a veces incluso con ayuda de profesionales. ¿Qué espera uno encontrar en ese estercolero?

Aquí yace uno que logró conocerse a sí mismo.

A la mierda el yo y sus circunstancias.

La vida me gusta no tanto en el momento de vivirla como después, cuando la recuerdo y puedo recrearme en los detalles que con la fugacidad y el fragor del presente no tuve tiempo de saborear.

No puede existir el mirar puro, porque enseguida las palabras se meten por medio y se convierten en protagonistas.

Hay días en que me repugna el lenguaje.

Amo el silencio sobre todas las cosas. Me purifica, me ennoblece. En el silencio llego a amarme a mí mismo. Y sin embargo a veces me dejo llevar por la incontinencia verbal.

Hemos de tener algunas opiniones para los pequeños gastos sociales de cada día.

¿Y qué puede hacer uno cuando se ve convertido en propietario de una verdad?

Siempre se miente en defensa propia.

Muchas mentiras, ¿qué son sino la versión libre de una verdad?

Una palabra abstracta, si no eres capaz de comprenderla, recurre al truco de darle forma material y transfórmala en imagen. El tiempo es un río, la justicia una balanza y la paz una paloma.

Las palabras, en cuanto se juntan unas cuantas, se hacen fuertes en una frase y un concepto.

Sus razonamientos me recuerdan esos pequeños laberintos de los tebeos que el conejo ha de recorrer para llegar a la zanahoria. Por lo general uno tarda en olvidar sus opiniones lo que tarda en oírlas.

Habría que construir una gran superficie donde se reúnan iglesia, supermercado, banca, ideologías, cultura, deporte, gabinete psicológico, casa de putas y demás.

Sus reflexiones tenían esa cosa machacona y sedante de lo que gira sobre sí mismo.

Escribir es soñar.
Sueñas que escribes,
Y luego, al despertar,
Sueñas que vives.

Allí estaba la tristeza, la insondable, la cataclísmica, la que entra en tu vida devastándolo todo, hasta las mismas ganas de vivir.

Por qué de pronto ocurren esas cosas es un misterio que nadie, ni médicos, ni místicos, ha conseguido desvelar.

¿Por qué nos gustará tanto lo que nunca llegamos a entender del todo?

Me adapto a las circunstancias como las nubes al viento: ceden a él para poder seguir adelante. Cambian de forma pero ahí están: siempre adelante.

El miedo es tan libre como la esperanza.