Sé amable, pues todo aquel a quien conoces está
librando una dura batalla. Platón.
Podía tocarse un concierto de violín con sus
terminaciones nerviosas.
Estoy cansada de vivir aquí, donde todo es tan
complicado.
A veces, desearía vestir de uniforme como hacían
los chinos durante la Revolución cultural. No tenían que preocuparse de decidir
qué ropa ponerse cada mañana. Llevaban un uniforme: pantalones holgados y una
túnica. Eso es lo que yo quiero.
No voy a trataros con condescendencia. Espero que
entre vosotros haya varios que sean lo suficientemente inteligentes como para
poder procesar información. Los que no, tendrán que intentar seguir el ritmo lo
mejor que puedan. Sería de gran ayuda par mí que no estuvierais levantando la
mano todo el rato. Y por favor, tratad de mantener la cabeza quieta. Y los que
estáis haciendo esos ruidos tan raros, ¿podríais parar, por favor? Resulta
extremadamente molesto.
Hay que cuidar de las pequeñas cosas de la vida,
no hay nada que podamos hacer con respecto a las grandes.
Los libros necesitan que los lean. Las páginas
necesitan ser pasadas.
¿Crees que unas cuantas palabras mordaces van a
hacerme daño cuando ya has destrozado mi vida y nuestro matrimonio?
Conocía íntimamente a … desde hacía casi treinta
años. Formaba parte de su ADN.
Tengo que compartir mi historia con alguien a
quien yo no conozca y que tampoco me conozca a mí.
Ahora es casi obligatorio. Tienes que conectarte a
Internet y ponerte a la cola con el resto de los que buscan llamar la atención.
No es bueno para nadie tratar de arrancarse viejas
costras.
Si le salvas la vida a un hombre es tuyo para
siempre. Platón.
Yo no necesito que me saludes. Siempre estás
conmigo. Nunca te vas.
Lo mismo que un viaje comienza dando un solo paso,
una multitud empieza a congregarse con una sola persona.
Ninguno de nosotros conoce a sus hijos. Porque no
son nosotros.
Estaba más sola cuando volvías y nos sentábamos
uno al lado del otro en el sofá.
Pero hemos tenido buenos momentos, ¿no? Hemos
debido de tenerlos, pero no los recuerdo.
Todo el mundo, los tontos, los genios, los
mendigos y los que tienen más éxito necesitamos ser amados. Y si son la misma
persona, ¡aleluya! Y si puedes vivir la vida evitando la humillación, eres
afortunado.
Quienquiera que dijera que la vida era un cuenco
de cerezas, se había olvidado de que cada cereza tenía un duro hueso esperando
sorprender a los incautos, que terminaban con un diente roto, atragantándose,
resbalándose y cayendo al suelo. Todo ello provocado por un simple hueso de
cereza.
¿Por qué el café olía siempre mejor de lo que
sabía?
La vida era muy difícil como para recorrerla en
soledad.
