Los hijos del mar

Pedro Feijoo

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Pero con el tiempo todo se había ido. Las ilusiones, las esperanzas, e incluso la relación con mi padre, cansados ambos de desencantos a dos bandas.

Yo nunca lo hubiera reconocido en voz alta, ni siquiera a mí mismo, pero lo cierto es que lo echaba de menos.

Necesitaba ordenar mis ideas, dormir, o lo que llegase primero. Y ganó el sueño.

Cuídate de los viajes sencillos, porque pueden ser los más traicioneros.

Creo que hay por ahí una teoría, la conocida como la Navaja de Ockham, me parece, que dice algo así como que ante un problema complejo de diversas soluciones posibles, la aparentemente más sencilla suele ser la mejor.

La puntualidad, en su carencia o en su exceso, dicen mucho de uno.

Como casi todo en la vida, el color del mar depende de la perspectiva, de los ojos con que lo veamos.

Por lo general, aquello que parece sencillo siempre acaba siendo cualquier cosa menos eso.

Qué difícil es echar de menos cuando no sabes con exactitud si lo que te falta es lo que ya ha pasado o lo que todavía no ha sido…

Soñaba con que todas las noches soñaba contigo…

Lo poco que tengo de atrevido me viene por lo mucho que tengo de ignorante.

Los viejos siempre tenemos mucho que contar, pero nunca demasiado tiempo para hacerlo.

… descansa en lo más hondo de las más profundas aguas, el océano de la memoria.

En este mundo no se puede fiar uno de nadie más que de sí mismo.

¿Para qué quedarse más en la cama si lo bueno no está en ella?

La verdad estaba delante de mí, justo al lado de una mentira.

La gente cree más en una mentira cuanto mayor sea esta.

Dios mío, cuánta hermosura había en aquella mirada.

Ojalá todo el mundo pudiese encontrar al menos una vez en su vida un tesoro como el placer de verse reflejado de cerca en los ojos de una mujer hermosa.