Los últimos días de nuestros padres

Joël Dicker



Aquellos que no van a volver no necesitan llaves.

Era una de esas personas valientes que a menudo ignoran que lo son, lo que añade la modestia a sus otras cualidades.

Follar no es nada si no te abrazan después. ¡Hay que follar con amor!

Los tipos como yo nacen para estar solos.

El día en que dejas de soñar, es que eres el más feliz de los hombres, o estás listo para meterte una bala en la boca.

Sé que vivo porque sueño todos los días.

Mentir para regalar un puñado de felicidad no era mentir de verdad.

Los hijos nunca deben morir.

Un día perderemos todo, no porque seamos débiles y nos aplaste alguien más fuerte, sino porque hemos sido cobardes y no hemos hecho nada.

La nostalgia les hacía exagerar los detalles.

Quería una mujer de verdad, una mujer para él, que pudiese tocar cuando le pareciese. No putas, por favor, nada de putas a las que habría que pagar en cada ocasión por un poco de amor, como un excluido, como un don nadie. No putas, por Dios, esa humillación no.

Ninguna mujer le había dicho que le amaba. No quería morir sin conocer el amor. Hubiera sido morir sin haber vivido.

¿Para qué vivir si nadie te quiere?

Uno no se va sin decir adiós a la gente.

Todas las noches. Mañana y tarde, al amanecer y en el crepúsculo. Los días de guerra y los días de paz. Te querré.

¿Qué malos recuerdos? No hay malos recuerdos, solo tristeza.
Tristeza. No había más que eso.

Por la noche, sola, cuando no necesitaba fingir ante nadie, no dormía.

La pena había pasado con los meses; el dolor cesa, pero la tristeza permanece.

Un padre no debe saber nunca que su hijo está muerto. No es ley de vida.

A veces olvido un nombre, pero el resto no lo olvido.

Recordaba la mayoría de sus momentos felices, con precisión y muchos detalles. A veces, también soñaba con lo que hubiese podido ser.

Los enemigos son mortales, pero el odio no. Envenena la sangre y se transmite de padres a hijos, durante generaciones, y eso hace que no exista un fin, que los combates sean vanos. Que importa matar al enemigo si no se termina con su instinto de odio.

Le parecía que las fechas y los calendarios eran invenciones malvadas que solo servían para llenar a la gente de tristeza recordando que los muertos están muertos, cosa que todo el mundo ya sabe.

Somos lo que somos, no lo que fuimos.

Los últimos días de nuestros padres no debían ser de tristeza, sino de futuro y de permanencia.

El mundo es demasiado pequeño para jurar no volver a verse. Sólo se pierden de vista aquellos que realmente lo desean.

Se puede amar varias veces, de forma diferente.

Había sido un bonito día. Uno de esos días durante los cuales, sin razón particular, era fácil vivir.

El valor no es tener miedo: es tener miedo y a pesar de ello resistir.

Aprovechó la lluvia para llorar un poco. En secreto. Hubiese querido hablar más, decirle cuánto le quería, pero permaneció en silencio. El tiempo de las palabras había terminado.