Almudena Grandes
“... los pilotos de la Legión Cóndor tenían instrucciones de no bombardear el barrio de Salamanca, donde residían las mejores familias de la ciudad...”
“No había nada en el mundo que me indignara más, que me enfureciera tanto como la invocación a la propia conciencia para situarse por encima de los demás, para obligar a los otros a pasar por el aro.”
“... descubrió que su innata elegancia le había jugado una mala pasada.”
“El pasado no tenía remedio...”
“... había decidido dejarme el bigote de los vencedores...”
“Llorar era un desahogo propio de cobardes, y durante mucho tiempo sentiría que ninguna palabra me definía mejor.”
“... en este puto país ya se sabe que nunca podemos tener un término medio. Aquí, o la revolución o el convento, no hay más cáscaras.”
“Estaba familiarizado con su forma de actuar, con los brindis que hacían en los banquetes, con sus gustos e incluso con sus gestos, los ademanes marciales, viriles, estereotipados, que se repetían hasta el punto de unificar su aspecto”
“... ni siquiera había llegado a darme cuenta de que me faltaba por probar algo tan sencillo, tan inocente, como la promesa sin palabras de dos cuerpos que se aprietan en el asiento trasero de un taxi.”
“En la adolescencia, la pequeña se convenció de que su madre no la quería. Cuando descubrió que estaba equivocada, ya era tarde.”
“... él mismo escanció el veneno hasta el borde de la copa que le correspondía beber.”
“Hablar es lo único que puedo hacer, porque soy español, un paria de mierda, un ciudadano de quinta categoría, un desgraciado que tuvo la mala suerte de nacer en un país que no le importa a nadie.”
“El mundo no cambia cuando se vive bajo una dictadura.”
“Me gustas mucho de verdulera, ya lo sabes.”
“Éramos dos pringados y nuestra vida no había sido una película, pero los muertos no pueden emborracharse.”