Las hijas del capitán

María Dueñas



“Porque son iletradas, ignorantes y pobres. Porque son mujeres. Pongan estos factores en el orden que les dé la gana: el resultado va a ser el mismo. Tienen todas las papeletas para ganar la lotería de los más propensos a los abusos y las canalladas. Y nadie va a estar dispuesto a echarles una mano con un mínimo de honradez.”

“Incertidumbre y angustia, inseguridad, vacilación. Ellas lo ignoraban, pero todas aquellas sensaciones eran a menudo la patria común de los trasterrados, los grandes desasosiegos que atravesaban el alma de casi todos los que habían abandonado su mundo en pos de otro mejor. Una vez desarraigados, trasladados y reubicados, siempre había una decisión de futuro más grande o más chica que tomar. Entre las familias, en los trabajos, en las mudanzas y en los amores.”

“... en todas partes siempre había un instante en el que por fuerza había que decir a algo sí o no.
En algunas ocasiones la suerte se dejaba al azar, en muchas otras la decisión era seriamente sopesada. A menudo las disyuntivas se resolvían de manera conjunta y había momentos en los que la tiranía se imponía de forma arbitraria sobre un colectivo, una pareja, un clan. Unas veces se acertaba; en otras, la alternativa elegida acababa siendo una monumental equivocación. Pero de un modo u otro había que dar el paso, no se podía huir de él.”

“... tantos sentimientos se le habían juntado dentro, que se le puso la piel de gallina.”

“... sólo le quedó grabado a fuego el recuerdo de sus muslos esbeltos plantados a dos palmos de su rostro bajo la tela del uniforme mientras él permanecía en cuclillas”

“... hasta a su santa madre vendería si le fuera necesario para sus intereses.”

“... cuando a un miserable le corroe el miedo, puede volverse muy peligroso.”

“... se peleaban como gatas callejeras y a la vez se defendían unas a otras apasionadamente, se espetaban entre ellas las verdades del barquero pero serían capaces de sacarle los ojos a quien osara poner en entredicho a la madre o a cualquiera de las tres.”

“Pero no era momento de echarse a la cara reproches ni quejas, había que ponerse en marcha.”

“¡Ay, alma de cántaro, pero cómo se te ocurrió semejante estupidez, hace falta ser insensata!”

“Y cuando a un miserable le corroe el miedo, añadió, puede volverse muy peligroso.”